miércoles, 11 de enero de 2012

Intersecciones (II)


Persecución

Camino de la cubierta se encontró con Jonas. Jonas era un oceanógrafo sueco que había pasado un año de su carrera en España con una de esas becas erasmus para intercambio de estudiantes universitarios europeos. Su año se había repartido entre Coruña y Cádiz, dos de las pocas ciudades españolas dónde se podía estudiar oceanografía, o como se llamaba aquí la carrera, ciencias del mar. Con semejante cruce entre sueco, gallego y andaluz su acento al hablar español no tenía desperdicio y a veces resultaba difícil entenderle. Posiblemente eso hubiera influido en que fuera la persona de Plastic City con la que mas había confraternizado desde que a la salida de una de las conferencias públicas de las “sea Springs” se le acercara para preguntarle detalles sobre algunos aspectos de su alocución.

Hicieron juntos el resto del trayecto hacia la cubierta de proa pues ambos habían sido llamados para ver al animal. Aprovecharon para comentar un poco sobre el asunto, como casi siempre la charla empezó con una pregunta de Jonas directa a grano.

  • Oye, ¿has visto algún episodio de primeval?

No entendí bien la última palabra, así que la repetí inquisitivamente, ¿primeval, que es primeval?

-No sé como habrán traducido el título en España si la estrenaron, es una serie británica que trata sobre unas anomalías que conectan con diversas épocas del pasado a través de las cuales se cuelan todo tipo de bichos prehistóricos,
Ah, sí, La estrenaron, aquí la titularon “invasión jurásica”, imagino que para que la gente la identificara con “parque jurásico” y tuviera mas tirón comercial.

-Bien ¿y que piensas? – interpeló Jonas. -¿Sobre la serie? Respondí. -No hombre, bueno, también, pero sobre todo me refiero a lo que tenemos por aquí, ¿podríamos estar ante algún fenómeno similar?

La verdad es que me sorprendió un poco la pregunta. Jonás era un tipo alto, rubio, con una constitución robusta, algo entrado en kilos de hecho. Y daba una sensación sólida y campechana. No era el tipo de persona del que uno esperaría que tuviera inclinaciones hacia una credulidad desmedida. Aparentemente algo en mi actitud delató mis pensamientos con lo cuál se apresuró a informarme de algo que, desde luego, explicaba un tanto las cosas.

-Mira, te anticipo ya que el animal es real y que no se parece a nada que haya nadado en los mares desde que se extinguieron los dinosaurios.

-¿Cómo estas tan seguro de eso? contesté. –Pues porque lo he visto, dijo él. Yo fui una de las primeras personas que lo había avistado. Y pude verle desde bastante cerca durante cosa así de un minuto. Además durante ese tiempo hizo bastantes movimientos y pude verle con bastante detalle. Definitivamente tenía aspecto de ser algún tipo de plesiosaurio de pequeño tamaño.

Me quedé sin saber bien como reaccionar. Por lo que conocía de Jonas, y por el resto de acontecimientos que rodeaban todo el asunto no tenia mucho sentido dudar de sus palabras, así que lo único que se me ocurrió fue preguntar -¿pleisiosaurio, eso que es exactamente?

-Los plesiosaurios son una de las familias de reptiles marinos del jurásico superior…-¿reptiles?, le interrumpí. ¿No habían dicho que eran dinosaurios?-

-No, no, son reptiles. Son de la época de la misma época, pero no son dinosaurios. Los dinosaurios son, por así decirlo, un tipo especial de reptiles con unas características comunes muy distintivas. La más definitoria es la forma de las caderas, que distribuye el peso del cuerpo en unas piernas que van situadas debajo del cuerpo, a diferencia del resto de reptiles, que tiene las piernas a los lados. Esto hizo que los dinosaurios fueran mas veloces en carrera y con capacidad para esfuerzos mas largos que el resto de reptiles, lo cuál les dio una gran ventaja adaptativa. Sin embargo en el mar esa característica no tenía mucho sentido y los saurios marinos tenían, en general, cuatro aletas en correspondencia con las cuatro patas de los reptiles.

-Aham, respondí. -Bueno, yo soy aficionado a los dinosaurios y algo de eso sabía, pero vamos, no tengo en mente esas distinciones sutiles, gracias por la aclaración-. En todo caos, me dices que has visto a ese bicho y te parece indiscutible que tiene las características de un animal prehistórico. Vale, admitámoslo, parece que hay buenas pruebas provisionales de ello. Pero a ver, me estas preguntando por la serie “invasión jurásica”. Aclarémoslo. ¿me estas preguntando si ese bicho vino hasta aquí por algún tipo de agujero en el tiempo?.

  • Sí, más o menos eso, respondió sin mirarme mientras abría la puerta que daba a cubierta.

  • Pero a ver, si realmente es un reptil marino del jurásico ¿no sería mas sencillo pensar que es un superviviente de esas épocas que ha estado escondido en los fondos oceánicos todo este tiempo?

  • Ya, tal vez, pero y entonces ¿que hay con todas esas anomalías que hemos observado en el campo magnético y demás? Si recuerdas la serie las anomalías temporales tenían un fuerte capo magnético.

-¡Pero Jonas! , exclamé, casi mas divertido que enfadado, ¡eso no tiene nada que ver!.. Analicemos las cosas..

Interrumpí mi explicación al ver que en la zona de estribor, o sea, a la izquierda según se mira hacia la proa, se había reunido un pequeño grupo de gente que se había vuelto a mirarnos, posiblemente intrigados por mi alto tono de voz. Entre los reunidos estaba el capitán, que tras asegurarse de que no pasaba nada grave procedió raudo con las presentaciones. Tras ello, sin perder ni un instante solicitó que alguien nos acercara unos prismáticos y nos indicó dónde mirar. Procedí a seguir sus instrucciones y tras unos pocos intentos y ajustes varios de las lentes conseguí localizar el animal, enfocarlo correctamente y agrandar la imagen hasta que parecía que lo tuviera unos pocos metros. Jonas, debió haber hecho lo mismo porque enseguida me preguntó, usando el inglés esta vez, para que todo el mundo pudiera seguir la conversación, si lo veía y estaba conforme con admitir que era un animal prehistórico. Respondí que desde luego yo no era la persona mas indicada para sentar cátedra al respecto pero que me parecía un animal lo bastante extraño para admitir la palabra de gente mas experta al respecto. Enseguida se apresuraron a intervenir algunos de los del grupo, que obviamente se dieron por aludidos al usarse la palabra “experto”, para corroborar a Jonas.

Me fueron explicando las características del animal, y como concordaban con los fósiles. Los pleisosaurus  poseían cuatro aletas laterales y un cuello de varios metros de largo que le permitían asomar la cabeza sobre la superficie del agua para inspirar el aire ya que no poseían branquias sino que tenían sacos pulmonares. Su alimentación era a base de algunas criaturas marinas más pequeñas, parecidas a las lampreas actuales. Lo que yo veía desde luego era más pequeño pero encajaba pasablemente con una versión reducida de ese animal. Al no tener nada más que las olas como referencia para ajustar la escala no podía hacer una buena estimación, pero diría que el animal debía media entre 3 y 5 metros de la cabeza a la cola. Precisamente eran la cabeza y la cola las que más me llamaron la atención, sobre todo la cabeza. No se precia en nada a las imágenes de Nessie, el famoso monstruo del lago Ness que según me habían dicho alguna gente pretendía que pudiera tratarse de un plesiosaurio. La cabeza que veía le recordaba mas a uno de los animales que aparecían en la película de parque jurásico, es que se comía a Nelli, el obeso informático del parque que intentaba robar los embriones congelados de los dinosaurios para una empresa de la competencia. El animal de la película poseía una cresta rodeando su cabeza que podía erizar para dar una impresión de mayor tamaño. El animal que veía por los prismáticos no tenía exactamente el mismo aspecto, su cráneo era alargado, con unas mandíbulas considerables para su tamaño, y la cresta se distribuía de manera oblicua a lo largo de ese cráneo. Y no era tan redondeada. Realmente resultaba muy chocante. Además mientras le había estado mirando la había expandido y contraído varias veces. Y había podido observar como cambiaba de color desde tonalidades apagadas, a juego con el color gris azulado del animal, hasta gamas bastante chillonas que hacían un repaso al repertorio cromático del arco iris.

Jonas intervino para sacarme del ensimismamiento en el que me había empezado a sumir mientras contemplaba al animal para reanudar nuestra charla de antes dónde la habíamos dejado. Para introducir la pregunta menciono de nuevo la serie de primeval, y, por las caras de los asistentes, deduje que no era la primera vez que se había planteado entre ellos la cuestión.

Para introducir propiamente la cuestión empecé explicando que lo que se veía en la serie se podía interpretar, como primer intento explicativo, como un agujero de gusano. Como no estaba seguro de que todo el mundo supiera lo que era eso expliqué la consabida cantinela de que un agujero de gusano era una conexión entre dos puntos del espacio-tiempo por un camino diferente, idealmente mas corto, al habitual. Incluso expliqué la analogía que les daba nombre. Si uno tenía una manzana y debía ir entre dos lados opuestos de la misma podía ir a través de la superficie, el camino largo, o por el medio de la manzana, el camino corto. Para seguir el camino corto se debía abrir un agujero en la manzana, labor propia de los gusanos, de ahí el nombre. El problema es que ahí acaban las coincidencias entre la física, física hipotética pues si bien los agujeros de gusano existían como solución a las ecuaciones de Einstein no había evidencia empírica de los mismos, y lo que se veía en la película. La razón estaba en que los agujeros de gusano conectaban puntos alejados del espacio-tiempo, sí, y. a palabra “espacio-tiempo” podía ser interpretada por los profanos como algo que podía conectar puntos alejados en el espacio y el tiempo, como se veía en la serie. Pero lo que describían las ecuaciones era algo distinto. Es cierto que en teoría se podía usar un agujero de gusano como máquina del tiempo, pero eso requería que las bocas del mismo estuvieran situadas en zonas del espacio dónde el tiempo transcurriera a distinto ritmo. Al decir eso vi que alguna gente ponía cara de empezar a perderse, así que cambié de rumbo la explicación. Pasé a explicar lo más importante, que, aparte de no servir para viajar a la prehistoria, en general el tipo de anomalías físicas que podían estar asociadas a un agujero de gusano no se correspondían con lo que me dijeron que se había observado. Jonas me pregunto por los campos magnéticos. Le aclaré que lo que se veía en la serie no tenía especial sentido. Un agujero de gusano, estable y atravesable requería un tipo especial de materia, materia exótica, con propiedades “antigravitatorios”, el tecnicismo apropiado era alguna variante de “materia que violaba la condición de energía nula”. Y en principio no había ningún motivo para que ese tipo de materia generara un campo magnético-si bien no podría descartarse que hubiera alguna propuesta de materia exótica que lo cumpliera-. En todo caso , recalcó, no hay que olvidar que le estaban hablando sobre una serie de televisión. A eso le respondieron que si, que no lo olvidaban. Le explicaron que antes de hablar con él habían hablado, como cabía esperarse, con el departamento de física teórica de su universidad para asesorarse. El problema es que ese departamento estaba formado por cosmólogos, y en general gente proveniente de la “loop quantum gravity”, LQG para los amigos. Y resultaba que la LQG, aparte de estar en un serio aprieto si la teoría de cuerdas era confirmada (y él, posiblemente se llevaba el premio Nóbel) no tenía nada especialmente relevante que decir sobre agujeros de gusano, y mucho menos sobre anomalías magnéticas o quintas fuerzas, y que por eso les habían recomendado consultar a gente de teoría de cuerdas. Como quiera que había una cierta tirantez entre ambas disciplinas, la LQG y las supercuerdas, habían escogido a alguien como él, que, según era públicamente reconocido, no militaba de manera hostil en las “string wars” y se abstenía de tachar de chalados a los que trabajaban en LQG. Imaginó que a los físicos de allí no les haría ninguna gracia pagar a alguien de fuera para hacer su trabajo, y que encima ese alguien los considerara unos chalados, o al menos unos incompetentes manifiestos.

-¡Tiburones!- El grito atrajo la atención de todos, que dejaron de atosigarle con preguntas. Se volvieron al mar con sus prismáticos y vieron que, efectivamente, cerca del presunto plesiosaurio se divisaban las inconfundibles aletas triangulares. Todo el mundo se veía muy alarmado. Él imagino que el descubrimiento de un fósil viviente de esas características representaba un logro científico considerable y que todos los de ese barco serían reconocidos por ello. Que unos tiburones se comieran a su descubrimiento era una perspectiva que les debía resultar inquietante. Por ello no le resulto extraño ver como se cruzaban palabras rápidas entre ellos y el capitán. Por desgracia su nivel de comprensión del inglés hablado no le permitió seguir los detalles. Fue viendo como se transmitían instrucciones varias. El barco puso proa hacia el animal y a los depredadores que le perseguían. El “spin glass”, según le habían explicado, era uno de los barcos oceanográficos mas grandes del mundo, con algo más de cien metros de eslora, el largo, y 40 de manga, el ancho. Y, más importante, para la ocasión, uno de los más veloces. Podía alcanzar los 45 nudos, unos 80 kilómetros por hora. Eso permitió que pudiera ganar terreno sin problemas a los animales que perseguía. Otra cosa era ver como podían intentar salvar al plesiosaurio. La verdad es que, por lo que sabia, la escena de caza era un poco anormal. Normalmente los tiburones suelen atacar a sus víctimas desde abajo, pillándolas desprevenidas. Que se lanzaran a una persecución, y más varios tiburones en grupo, le parecía extraño. Le hubiera gustado poder preguntar a alguien al respecto, pero todos parecían haberse olvidado de él. De hecho la misma presencia de tiburones en la zona le parecía algo un tanto raro a priori. Dado que nadi le hacia caso y que había tiempo trató de especular al respecto. Había visto en un documental que los tiburones disponían de un sofisticado sistema para detección de campos eléctricos. Esto les permitía detectar el campo que generaba el corazón de los peces al latir y de ese modo encontrarlos incluso si se escondían en el fondo marino. El tipo de tiburones que mas habían desarrollado esa característica eran los tiburones martillo, pero todos, o casi, disponían de las ampollas de Lorenzini que eran el órgano responsable de ese sentido. Se le ocurrió que tal vez esa sensibilidad a los campos eléctricos les atrajera hacia la zona. Las anomalias detectadas eran de tipo eléctrico, pero bien es sabido que el campo eléctrico y el magnético van de la mano, así que, tal vez hubiera relación.

Pero había demasiadas incógnitas. Como todos seguían sin hacerle caso optó por volver a mirar a los animales. Se habían acercado lo bastante para poder seguir el conjunto de la escena a simple vista, aunque seguían a una distancia respetable, unos pocos cientos de metros. De vez en cuando usaba los prismáticos para comprobar la distancia entre predadores y presas. Parecía que el plesi se las apañaba bien para mantener la distancia con sus atacantes, algo sorprendente pues no parecía a primera vista un animal muy aerodinámico. Se fijo más y le pareció que de algún modo el reptil había encajado el cuello en el tronco, formando una figura mas compacta, y que eso le permitía nadar más rápido, a costa de perder visión panorámica desde una posición elevada. La persecución siguió unos minutos. Le dio la impresión de que el pleisiosaurio mantenía un rumbo concreto, con pequeñas desviaciones ocasionales para evitar que los tiburones (a estas alturas estaba razonablemente seguro de que posiblemente fueran tiburones blancos) le acorralaran. Por supuesto era sólo una impresión, y sus conocimientos marinos, más bien nulos, no le permitían estar seguro. Posiblemente se hubiera olvidado de esa idea de no ser por lo que vino a continuación. De improviso se vio una gran mancha en el agua y sin solución de continuidad una enorme boca emergió de la superficie para tragase a uno de los tiburones perseguidores. El poseedor de esa boca era un enorme animal. Poseía también 4 aletas, pero la boca estaba unida al cuerpo sin un cuello digno de tal nombre. El animal soltó al destrozado tiburón y maniobró para atacar al resto. En el curso del ataque se le pudo ver con mucho detalle. Le recordó mucho a un animal que había saltado a la fama en la serie documental “caminado entre dinosaurios”, un liopleurodon. Había visto ese episodio varias veces, si bien no las bastantes para caer en que los dinosaurios marinos eran reptiles y no dinosaurios después de todo. Y recordaba bien los datos. El liopleurodón podía llegar a medir hasta 25 metros de longitud y pesar 150 toneladas. Su boca, repleta de enormes dientes, podía alcanzar hasta 3 metros. Esto le convertía en el mayor carnívoro que había existido jamás en el planeta. Viendo como daba cuenta de los tiburones casi sin esfuerzo, persiguiendo y alcanzando rápidamente a los que intentaban huir le pareció que esa afirmación estaba más que justificada. Y se alegró de que el barco en que estaba fuera uno de los mayores buques oceanográficos de la actualidad, con un peso de casi 2.000 toneladas.

Al volver la vista a cubierta se fijó en que todo el mundo miraba la escena paralizado. Aprovechó para acercarse a Jonas, que estaba junto al capitán, no estaba muy lejos de él. Al acercarse oyó como el capitán daba órdenes de que se informara a las autoridades de plastic city de la presencia del segundo animal, y que se enviara el correspondiente vídeo (dedujo que se estaba grabando todo lo que estaba sucediendo). Cuando llego junto a ellos el liopleurodón había dado ya buena cuenta de los tiburones. Por un momento se paró delante del otro reptil y dio la impresión de ir a atacarle. Sin embargo dio media vuelta y se hundió en el mar desapareciendo de la vista. Tras eso el animal pequeño siguió su camino. Aparentemente se dirigía hacia un banco de niebla que se divisaba en lontananza. Tras algunas consultas por radio el capitán dio orden de seguirle. Cuando parecía que ya no había mas consultas urgentes me dirigí a Jonas. Comentamos lo que habíamos visto, y seguimos haciendo cábalas. Al poco llegamos a la niebla. La visibilidad era escasa así que nos acercamos bastante al plesi. Éste no parecía muy alarmado por nuestra presencia y parecía jugar alrededor del barco en una actitud que recordaba un tanto a la de los delfines. Mientras mirábamos las cabriolas del animal se nos acercó un miembro de la tripulación. Se dirigió al capitán y a Jonas –a mi pareció ignorarme- y oí como les explicaba que se había perdido la conexión por radio con plastic city. De hecho se habían perdido todas las conexiones con el exterior. El GPS, Internet, ¡todo! El capitán, cuyo nombre nórdico era incapaz de recordar, se volvió hacia mí como esperando algún tipo de explicación. A falta de mejor respuesta respondí, bueno, esperemos a ir teniendo más datos y luego ya haremos hipótesis.



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