Persecución
Camino
de la cubierta se encontró con Jonas. Jonas era un oceanógrafo
sueco que había pasado un año de su carrera en España con una de
esas becas erasmus para intercambio de estudiantes universitarios
europeos. Su año se había repartido entre Coruña y Cádiz, dos de
las pocas ciudades españolas dónde se podía estudiar oceanografía,
o como se llamaba aquí la carrera, ciencias del mar. Con semejante
cruce entre sueco, gallego y andaluz su acento al hablar español no
tenía desperdicio y a veces resultaba difícil entenderle.
Posiblemente eso hubiera influido en que fuera la persona de Plastic
City con la que mas había confraternizado desde que a la salida de
una de las conferencias públicas de las “sea Springs” se le
acercara para preguntarle detalles sobre algunos aspectos de su
alocución.
Hicieron
juntos el resto del trayecto hacia la cubierta de proa pues ambos
habían sido llamados para ver al animal. Aprovecharon para comentar
un poco sobre el asunto, como casi siempre la charla empezó con una
pregunta de Jonas directa a grano.
- Oye, ¿has visto algún episodio de primeval?
No
entendí bien la última palabra, así que la repetí
inquisitivamente, ¿primeval, que es primeval?
-No
sé como habrán traducido el título en España si la estrenaron, es
una serie británica que trata sobre unas anomalías que conectan con
diversas épocas del pasado a través de las cuales se cuelan todo
tipo de bichos prehistóricos,
Ah,
sí, La estrenaron, aquí la titularon “invasión jurásica”,
imagino que para que la gente la identificara con “parque jurásico”
y tuviera mas tirón comercial.
-Bien
¿y que piensas? – interpeló Jonas. -¿Sobre la serie? Respondí.
-No hombre, bueno, también, pero sobre todo me refiero a lo que
tenemos por aquí, ¿podríamos estar ante algún fenómeno similar?
La
verdad es que me sorprendió un poco la pregunta. Jonás era un tipo
alto, rubio, con una constitución robusta, algo entrado en kilos de
hecho. Y daba una sensación sólida y campechana. No era el tipo de
persona del que uno esperaría que tuviera inclinaciones hacia una
credulidad desmedida. Aparentemente algo en mi actitud delató mis
pensamientos con lo cuál se apresuró a informarme de algo que,
desde luego, explicaba un tanto las cosas.
-Mira,
te anticipo ya que el animal es real y que no se parece a nada que
haya nadado en los mares desde que se extinguieron los dinosaurios.
-¿Cómo
estas tan seguro de eso? contesté. –Pues porque lo he visto, dijo
él. Yo fui una de las primeras personas que lo había avistado. Y
pude verle desde bastante cerca durante cosa así de un minuto.
Además durante ese tiempo hizo bastantes movimientos y pude verle
con bastante detalle. Definitivamente tenía aspecto de ser algún
tipo de plesiosaurio de pequeño tamaño.
Me
quedé sin saber bien como reaccionar. Por lo que conocía de Jonas,
y por el resto de acontecimientos que rodeaban todo el asunto no
tenia mucho sentido dudar de sus palabras, así que lo único que se
me ocurrió fue preguntar -¿pleisiosaurio, eso que es exactamente?
-Los
plesiosaurios son una de las familias de reptiles marinos del
jurásico superior…-¿reptiles?, le interrumpí. ¿No habían dicho
que eran dinosaurios?-
-No,
no, son reptiles. Son de la época de la misma época, pero no son
dinosaurios. Los dinosaurios son, por así decirlo, un tipo especial
de reptiles con unas características comunes muy distintivas. La más
definitoria es la forma de las caderas, que distribuye el peso del
cuerpo en unas piernas que van situadas debajo del cuerpo, a
diferencia del resto de reptiles, que tiene las piernas a los lados.
Esto hizo que los dinosaurios fueran mas veloces en carrera y con
capacidad para esfuerzos mas largos que el resto de reptiles, lo cuál
les dio una gran ventaja adaptativa. Sin embargo en el mar esa
característica no tenía mucho sentido y los saurios marinos tenían,
en general, cuatro aletas en correspondencia con las cuatro patas de
los reptiles.
-Aham,
respondí. -Bueno, yo soy aficionado a los dinosaurios y algo de eso
sabía, pero vamos, no tengo en mente esas distinciones sutiles,
gracias por la aclaración-. En todo caos, me dices que has visto a
ese bicho y te parece indiscutible que tiene las características de
un animal prehistórico. Vale, admitámoslo, parece que hay buenas
pruebas provisionales de ello. Pero a ver, me estas preguntando por
la serie “invasión jurásica”. Aclarémoslo. ¿me estas
preguntando si ese bicho vino hasta aquí por algún tipo de agujero
en el tiempo?.
- Sí, más o menos eso, respondió sin mirarme mientras abría la puerta que daba a cubierta.
- Pero a ver, si realmente es un reptil marino del jurásico ¿no sería mas sencillo pensar que es un superviviente de esas épocas que ha estado escondido en los fondos oceánicos todo este tiempo?
- Ya, tal vez, pero y entonces ¿que hay con todas esas anomalías que hemos observado en el campo magnético y demás? Si recuerdas la serie las anomalías temporales tenían un fuerte capo magnético.
-¡Pero
Jonas! , exclamé, casi mas divertido que enfadado, ¡eso no tiene
nada que ver!.. Analicemos las cosas..
Interrumpí
mi explicación al ver que en la zona de estribor, o sea, a la
izquierda según se mira hacia la proa, se había reunido un pequeño
grupo de gente que se había vuelto a mirarnos, posiblemente
intrigados por mi alto tono de voz. Entre los reunidos estaba el
capitán, que tras asegurarse de que no pasaba nada grave procedió
raudo con las presentaciones. Tras ello, sin perder ni un instante
solicitó que alguien nos acercara unos prismáticos y nos indicó
dónde mirar. Procedí a seguir sus instrucciones y tras unos pocos
intentos y ajustes varios de las lentes conseguí localizar el
animal, enfocarlo correctamente y agrandar la imagen hasta que
parecía que lo tuviera unos pocos metros. Jonas, debió haber hecho
lo mismo porque enseguida me preguntó, usando el inglés esta vez,
para que todo el mundo pudiera seguir la conversación, si lo veía y
estaba conforme con admitir que era un animal prehistórico. Respondí
que desde luego yo no era la persona mas indicada para sentar cátedra
al respecto pero que me parecía un animal lo bastante extraño para
admitir la palabra de gente mas experta al respecto. Enseguida se
apresuraron a intervenir algunos de los del grupo, que obviamente se
dieron por aludidos al usarse la palabra “experto”, para
corroborar a Jonas.
Me
fueron explicando las características del animal, y como concordaban
con los fósiles. Los pleisosaurus poseían
cuatro aletas laterales y un cuello de varios metros de largo que le
permitían asomar la cabeza sobre la superficie del agua para
inspirar el aire ya que no poseían branquias sino que tenían sacos
pulmonares. Su alimentación era a base de algunas criaturas marinas
más pequeñas, parecidas a las lampreas actuales. Lo que yo veía
desde luego era más pequeño pero encajaba pasablemente con una
versión reducida de ese animal. Al no tener nada más que las olas
como referencia para ajustar la escala no podía hacer una buena
estimación, pero diría que el animal debía media entre 3 y 5
metros de la cabeza a la cola. Precisamente eran la cabeza y la cola
las que más me llamaron la atención, sobre todo la cabeza. No se
precia en nada a las imágenes de Nessie, el famoso monstruo del lago
Ness que según me habían dicho alguna gente pretendía que pudiera
tratarse de un plesiosaurio. La cabeza que veía le recordaba mas a
uno de los animales que aparecían en la película de parque
jurásico, es que se comía a Nelli, el obeso informático del parque
que intentaba robar los embriones congelados de los dinosaurios para
una empresa de la competencia. El animal de la película poseía una
cresta rodeando su cabeza que podía erizar para dar una impresión
de mayor tamaño. El animal que veía por los prismáticos no tenía
exactamente el mismo aspecto, su cráneo era alargado, con unas
mandíbulas considerables para su tamaño, y la cresta se distribuía
de manera oblicua a lo largo de ese cráneo. Y no era tan redondeada.
Realmente resultaba muy chocante. Además mientras le había estado
mirando la había expandido y contraído varias veces. Y había
podido observar como cambiaba de color desde tonalidades apagadas, a
juego con el color gris azulado del animal, hasta gamas bastante
chillonas que hacían un repaso al repertorio cromático del arco
iris.
Jonas
intervino para sacarme del ensimismamiento en el que me había
empezado a sumir mientras contemplaba al animal para reanudar nuestra
charla de antes dónde la habíamos dejado. Para introducir la
pregunta menciono de nuevo la serie de primeval, y, por las caras de
los asistentes, deduje que no era la primera vez que se había
planteado entre ellos la cuestión.
Para
introducir propiamente la cuestión empecé explicando que lo que se
veía en la serie se podía interpretar, como primer intento
explicativo, como un agujero de gusano. Como no estaba seguro de que
todo el mundo supiera lo que era eso expliqué la consabida cantinela
de que un agujero de gusano era una conexión entre dos puntos del
espacio-tiempo por un camino diferente, idealmente mas corto, al
habitual. Incluso expliqué la analogía que les daba nombre. Si uno
tenía una manzana y debía ir entre dos lados opuestos de la misma
podía ir a través de la superficie, el camino largo, o por el medio
de la manzana, el camino corto. Para seguir el camino corto se debía
abrir un agujero en la manzana, labor propia de los gusanos, de ahí
el nombre. El problema es que ahí acaban las coincidencias entre la
física, física hipotética pues si bien los agujeros de gusano
existían como solución a las ecuaciones de Einstein no había
evidencia empírica de los mismos, y lo que se veía en la película.
La razón estaba en que los agujeros de gusano conectaban puntos
alejados del espacio-tiempo, sí, y. a palabra “espacio-tiempo”
podía ser interpretada por los profanos como algo que podía
conectar puntos alejados en el espacio y el tiempo, como se veía en
la serie. Pero lo que describían las ecuaciones era algo distinto.
Es cierto que en teoría se podía usar un agujero de gusano como
máquina del tiempo, pero eso requería que las bocas del mismo
estuvieran situadas en zonas del espacio dónde el tiempo
transcurriera a distinto ritmo. Al decir eso vi que alguna gente
ponía cara de empezar a perderse, así que cambié de rumbo la
explicación. Pasé a explicar lo más importante, que, aparte de no
servir para viajar a la prehistoria, en general el tipo de anomalías
físicas que podían estar asociadas a un agujero de gusano no se
correspondían con lo que me dijeron que se había observado. Jonas
me pregunto por los campos magnéticos. Le aclaré que lo que se veía
en la serie no tenía especial sentido. Un agujero de gusano, estable
y atravesable requería un tipo especial de materia, materia exótica,
con propiedades “antigravitatorios”, el tecnicismo apropiado era
alguna variante de “materia que violaba la condición de energía
nula”. Y en principio no había ningún motivo para que ese tipo de
materia generara un campo magnético-si bien no podría descartarse
que hubiera alguna propuesta de materia exótica que lo cumpliera-.
En todo caso , recalcó, no hay que olvidar que le estaban hablando
sobre una serie de televisión. A eso le respondieron que si, que no
lo olvidaban. Le explicaron que antes de hablar con él habían
hablado, como cabía esperarse, con el departamento de física
teórica de su universidad para asesorarse. El problema es que ese
departamento estaba formado por cosmólogos, y en general gente
proveniente de la “loop quantum gravity”, LQG para los amigos. Y
resultaba que la LQG, aparte de estar en un serio aprieto si la
teoría de cuerdas era confirmada (y él, posiblemente se llevaba el
premio Nóbel) no tenía nada especialmente relevante que decir sobre
agujeros de gusano, y mucho menos sobre anomalías magnéticas o
quintas fuerzas, y que por eso les habían recomendado consultar a
gente de teoría de cuerdas. Como quiera que había una cierta
tirantez entre ambas disciplinas, la LQG y las supercuerdas, habían
escogido a alguien como él, que, según era públicamente
reconocido, no militaba de manera hostil en las “string wars” y
se abstenía de tachar de chalados a los que trabajaban en LQG.
Imaginó que a los físicos de allí no les haría ninguna gracia
pagar a alguien de fuera para hacer su trabajo, y que encima ese
alguien los considerara unos chalados, o al menos unos incompetentes
manifiestos.
-¡Tiburones!-
El grito atrajo la atención de todos, que dejaron de atosigarle con
preguntas. Se volvieron al mar con sus prismáticos y vieron que,
efectivamente, cerca del presunto plesiosaurio se divisaban las
inconfundibles aletas triangulares. Todo el mundo se veía muy
alarmado. Él imagino que el descubrimiento de un fósil viviente de
esas características representaba un logro científico considerable
y que todos los de ese barco serían reconocidos por ello. Que unos
tiburones se comieran a su descubrimiento era una perspectiva que les
debía resultar inquietante. Por ello no le resulto extraño ver como
se cruzaban palabras rápidas entre ellos y el capitán. Por
desgracia su nivel de comprensión del inglés hablado no le permitió
seguir los detalles. Fue viendo como se transmitían instrucciones
varias. El barco puso proa hacia el animal y a los depredadores que
le perseguían. El “spin glass”, según le habían explicado, era
uno de los barcos oceanográficos mas grandes del mundo, con algo más
de cien metros de eslora, el largo, y 40 de manga, el ancho. Y, más
importante, para la ocasión, uno de los más veloces. Podía
alcanzar los 45 nudos, unos 80 kilómetros por hora. Eso permitió
que pudiera ganar terreno sin problemas a los animales que perseguía.
Otra cosa era ver como podían intentar salvar al plesiosaurio. La
verdad es que, por lo que sabia, la escena de caza era un poco
anormal. Normalmente los tiburones suelen atacar a sus víctimas
desde abajo, pillándolas desprevenidas. Que se lanzaran a una
persecución, y más varios tiburones en grupo, le parecía extraño.
Le hubiera gustado poder preguntar a alguien al respecto, pero todos
parecían haberse olvidado de él. De hecho la misma presencia de
tiburones en la zona le parecía algo un tanto raro a priori. Dado
que nadi le hacia caso y que había tiempo trató de especular al
respecto. Había visto en un documental que los tiburones disponían
de un sofisticado sistema para detección de campos eléctricos. Esto
les permitía detectar el campo que generaba el corazón de los peces
al latir y de ese modo encontrarlos incluso si se escondían en el
fondo marino. El tipo de tiburones que mas habían desarrollado esa
característica eran los tiburones martillo, pero todos, o casi,
disponían de las ampollas de Lorenzini que eran el órgano
responsable de ese sentido. Se le ocurrió que tal vez esa
sensibilidad a los campos eléctricos les atrajera hacia la zona. Las
anomalias detectadas eran de tipo eléctrico, pero bien es sabido que
el campo eléctrico y el magnético van de la mano, así que, tal vez
hubiera relación.
Pero
había demasiadas incógnitas. Como todos seguían sin hacerle caso
optó por volver a mirar a los animales. Se habían acercado lo
bastante para poder seguir el conjunto de la escena a simple vista,
aunque seguían a una distancia respetable, unos pocos cientos de
metros. De vez en cuando usaba los prismáticos para comprobar la
distancia entre predadores y presas. Parecía que el plesi se las
apañaba bien para mantener la distancia con sus atacantes, algo
sorprendente pues no parecía a primera vista un animal muy
aerodinámico. Se fijo más y le pareció que de algún modo el
reptil había encajado el cuello en el tronco, formando una figura
mas compacta, y que eso le permitía nadar más rápido, a costa de
perder visión panorámica desde una posición elevada. La
persecución siguió unos minutos. Le dio la impresión de que el
pleisiosaurio mantenía un rumbo concreto, con pequeñas desviaciones
ocasionales para evitar que los tiburones (a estas alturas estaba
razonablemente seguro de que posiblemente fueran tiburones blancos)
le acorralaran. Por supuesto era sólo una impresión, y sus
conocimientos marinos, más bien nulos, no le permitían estar
seguro. Posiblemente se hubiera olvidado de esa idea de no ser por lo
que vino a continuación. De improviso se vio una gran mancha en el
agua y sin solución de continuidad una enorme boca emergió de la
superficie para tragase a uno de los tiburones perseguidores. El
poseedor de esa boca era un enorme animal. Poseía también 4 aletas,
pero la boca estaba unida al cuerpo sin un cuello digno de tal
nombre. El animal soltó al destrozado tiburón y maniobró para
atacar al resto. En el curso del ataque se le pudo ver con mucho
detalle. Le recordó mucho a un animal que había saltado a la fama
en la serie documental “caminado entre dinosaurios”, un
liopleurodon. Había visto ese episodio varias veces, si bien no las
bastantes para caer en que los dinosaurios marinos eran reptiles y no
dinosaurios después de todo. Y recordaba bien los datos. El
liopleurodón podía llegar a medir hasta 25 metros de longitud y
pesar 150 toneladas. Su boca, repleta de enormes dientes, podía
alcanzar hasta 3 metros. Esto le convertía en el mayor carnívoro
que había existido jamás en el planeta. Viendo como daba cuenta de
los tiburones casi sin esfuerzo, persiguiendo y alcanzando
rápidamente a los que intentaban huir le pareció que esa afirmación
estaba más que justificada. Y se alegró de que el barco en que
estaba fuera uno de los mayores buques oceanográficos de la
actualidad, con un peso de casi 2.000 toneladas.
Al
volver la vista a cubierta se fijó en que todo el mundo miraba la
escena paralizado. Aprovechó para acercarse a Jonas, que estaba
junto al capitán, no estaba muy lejos de él. Al acercarse oyó como
el capitán daba órdenes de que se informara a las autoridades de
plastic city de la presencia del segundo animal, y que se enviara el
correspondiente vídeo (dedujo que se estaba grabando todo lo que
estaba sucediendo). Cuando llego junto a ellos el liopleurodón había
dado ya buena cuenta de los tiburones. Por un momento se paró
delante del otro reptil y dio la impresión de ir a atacarle. Sin
embargo dio media vuelta y se hundió en el mar desapareciendo de la
vista. Tras eso el animal pequeño siguió su camino. Aparentemente
se dirigía hacia un banco de niebla que se divisaba en lontananza.
Tras algunas consultas por radio el capitán dio orden de seguirle.
Cuando parecía que ya no había mas consultas urgentes me dirigí a
Jonas. Comentamos lo que habíamos visto, y seguimos haciendo
cábalas. Al poco llegamos a la niebla. La visibilidad era escasa así
que nos acercamos bastante al plesi. Éste no parecía muy alarmado
por nuestra presencia y parecía jugar alrededor del barco en una
actitud que recordaba un tanto a la de los delfines. Mientras
mirábamos las cabriolas del animal se nos acercó un miembro de la
tripulación. Se dirigió al capitán y a Jonas –a mi pareció
ignorarme- y oí como les explicaba que se había perdido la
conexión por radio con plastic city. De hecho se habían perdido
todas las conexiones con el exterior. El GPS, Internet, ¡todo! El
capitán, cuyo nombre nórdico era incapaz de recordar, se volvió
hacia mí como esperando algún tipo de explicación. A falta de
mejor respuesta respondí, bueno, esperemos a ir teniendo más datos
y luego ya haremos hipótesis.
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